Sierra Grande Noticias por Silvia Panomarenko
Soy de una generación, en la que la mujer desafió al mundo, desde sus minifaldas a su poesía, desde su militancia al amor libre.
Siempre criticada y maltratada, aun en los momentos que se la reivindicó con el porcentual de cupos en la política.
La mujer, sigue siendo “ objeto” en los medios masivos de comunicación, sigue siendo botinera-raquetera-rugbiera en las revistas de modas.
Pero hay una mujer, esa que viaja en el colectivo conmigo, esa que sube con sus libros y la bolsa del almacén, con sus niños y sus penas, con sus sueños y una muñeca.
Esa mujer que no sale en revistas, que no va a cenar con políticos de turno. Esa que abre su alma a sus hijos y es capaz de soñar con un romance oculto. Esa que marca con su dedo en el pizarrón, sabiendo que proyecta futuros y lleva libros y tizas bajo el alma en una tarde de otoño.
Esa que atiende un bar, con una sonrisa y una bandeja, que limpia la casa de otra mujer, que no repara en su mugre interna. Esa que hace cola y grita un gol en una cancha de fútbol y no entiende a los violentos que no la dejan terminar el partido, esa que cada día levanta a sus hijos para ir a la escuela, que llora viendo a su hijo en la universidad, que espera que sus hijos tengan un trabajo digno, que no afloja cuando tiene que salir corriendo a un hospital.
Hoy es el día de esas mujeres, de las que fácilmente se admiran, de las que no bajan la mirada ni la marcha, de las que no van a llorar a la tele, ni salen en los diarios. Es el día de “ esas minas de fierro”, esa locas de la Plaza, esas pibes que ganan al jockey, esas abuelas que buscan a sus nietos, esas maestras que deberían haber aplazado a mas de un ministro de economía.
No hay nada nuevo en este recordatorio, no hay nombres, porque son anónimas, son mi vieja y mi hija, la mujer que amo y mi vecina, las que se preguntan ¿ de qué se rien? Cuando festejan una fecha de recuerdos, de lucha y con el dolor de la muerte….
Hoy recordamos a esa mujer que está en la esquina, esperando cruzar la calle, que lleva un poema en la mirada, la pena de las heroínas muertas, la fuerza de no abandonar la palabra…
Roberto Moscoloni
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